ENTREVISTA A LA POETA FRANCESA ADA MONDÉS
por Karo Castro.
Esta entrevista nace al conocer a Ada Mondés  en el festival de poesía Ileana Espinel de Guayaquil Ecuador Julio 2017. Su propuesta poética se centra en los viajes, la vida en tránsito y el amor. Esta búsqueda la trae a latinoamérica con su primer libro titulado “Les Témoins – Los Testigos  su primer poemario bilingüe, publicado en las Ediciones Villa-Cisneros” y traducido al español por la misma autora. Así fue como nos unimos juntas en un viaje por  la poesía y la experiencia de conocer su escritura.
Ada Mondés (1990, Hyères – Francia) Siguió diferentes caminos para explorar varios campos artísticos,  estudió idiomas extranjeros y literatura y sus experiencias  la han llevado a elegir una vida nómada, acompañada de poesía.
Mondès se instala ahora en Quito (Ecuador) donde escribe en español y se traduce al francés. Ha realizado traducciones de otros poetas de latinoamérica como Mariana Vacs, Patricia Iriarte, en colaboración con Rémy Durand para la editorial Encres Vives. Fue invitada del Festival internacional de poesía de Camps-la-Source de la Alianza francesa de Quito en el marco de una residencia de escritura. Desarrolló talleres de escritura y de lectura con la temática de  escritores y  viaje, en el Centro cultural Benjamín Carrión, Quito.

¿Cómo ha sido el proceso de migración hacia Latinoamérica, qué te llevó hasta acá?
Para contestar a esta pregunta, me interesa la definición de la palabra “migración”. El primer sentido se refiere a un “desplazamiento geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales.” y no me reconozco tanto en ésa. La segunda parte de la definición dice “viaje que las aves, peces u otros animales emprenden cada cierto tiempo por exigencias de la alimentación o la reproducción.” Así me podría definir yo, un animal viajero que se vino a Ecuador por primera vez en 2013 para una pasantía de tres meses en una Fundación cultural llamada “Quito Eterno”. Estaba entonces estudiando idiomas extranjeros, traducción y cultura, en París. Vengo de un pueblo del sur de Francia, me crié en la costa cerca de Italia, por suerte en una familia de profesores y artistas con la cual muy pronto me entró el encanto del viajar y de cultivarse. Viajé mucho por Europa, África del norte, luego me fui a Polonia, Bielorrusia un año con un grupo de teatro, un año en Nueva-Zelanda, en Indonesia… Y no conocía nada de América Latina. Me extrañó entonces este proceso de descubierta del mundo por trozos, creo cada vez más lejos de mi personalidad. A partir de los 14 años, aprendí el español y me vinculé en seguida de manera muy fuerte con este idioma.  Leí novelas de García Márquez y poesía de Neruda, vi películas de Almódovar y de Iñarritú, escuché Piazzolla y Gardel, quise bailar salsa y flamenco y me quedé fascinada por la riqueza de las culturas latinoamericanas. Lo que busqué, que sigo buscando, en mis viajes es ir más allá del folclore turístico, de los estereotipos que rodean un país al no conocerlo. Todo eso me llevó a elegir Quito como base para varios meses, y poder seguir viajando de ahí. Me resultó eso mucho más conveniente e interesante que volver a vivir en Francia. Amo mi país pero nunca sentí que me iba a quedar viviendo allá. Quiero llenarme de las experiencias de vida más diversas que pueda, habitar esta tierra, volver este mundo mío y no solo el suelo sobre el que me ha tocado nacer.
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¿Cómo describes la unión, el tránsito entre poesía y viaje?
La poesía me acompaña desde antes que pueda recordar, pero es cierto que mi escritura se volvió más necesaria para mí cuando estuve viajando. Mi proceso de escritura se fue afinando esos últimos años y se ha vuelto ahora vinculado a mi forma de vivir de manera intrínseca. Más allá de “relatos de viaje”, o frente a mi incapacidad de tener un diario cotidiano, dejé la escritura llevarme y me encontré sistemáticamente tomando notas en cualquier momento de mis viajes. Con el movimiento, como el mar, vuelven las ganas de escribir, de pintar el momento de vida por el poema, paradoja de la creación en medio del desplazamiento. Con el desarraigo, el deseo de fijar. Viaje, alta marea.
También desde muy joven hicieron parte de mí escritores como Oscar Wilde o Arthur Rimbaud, cuyo lema era “convertir su vida en obra”, estilo de vida que a su modo supieron retomar los actores de la Generación Beat, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y Williams Burroughs, para solo mencionar esos pilares de aquel movimiento. Yo aprendí a navegar en sus textos, que me acunaban con palabras demasiado grandes para mí pero que sabían a viaje y a libertad, los cuales se volvieron entonces indisociables de mi noción de la poesía. En agosto del año pasado, di un taller de lectura que llamé “Travesías: escrituras de viaje” y estudiamos durante trece horas autores de épocas y escrituras muy diversas reunidos bajo el signo del “viaje”. Lo que me encantó fueron las posibilidades muy amplias de lectura mediante este término polisémico; de hecho estudiamos tanto viajes físicos como espirituales, autores que viajaron para escribir y otros que escribieron para viajar. Una relación entonces entre viaje y escritura que es para mí fundamental.
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¿Cuál consideras que es el rol de la mujer en la poesía? Y  como mujer en la poesía; te consideras feminista, qué piensas sobre ello?
Una pregunta que no debería dejar a ninguna mujer indiferente hoy. Y a la vez me hace ruido que se haya de precisar el rol de la mujer en la poesía y no el del poeta en general; anhelo el momento en que se borrará este tipo de precisión, sin embargo necesaria hoy, para que la poesía y más allá las artes se puedan apreciar fuera de nociones de género.
Me vienen sobre los labios los nombres de Silvia Plath, de Alfonsina Storni, de Virginia Woolf o de Emily Brontë, de tantas otras mujeres que lucharon por su vida y su arte y que terminaron trágicamente, ahogadas por una sociedad patriarcal que no les dejaba tomar la palabra. Pienso en los personajes femeninos de la escritora genial Edith Wharton; ella sí se impuso como mujer escritora pero sus heroínas hablan demasiado bien del sufrimiento de la mujer como objeto dominado por un sistema machista que no la deja existir y tomar sus propias decisiones; menos crear.
En su novela “Una habitación propia”, la escritora británica Woolf defiende explícitamente el derecho de la mujer a poder ser artista, entonces independiente, “A woman must have money and a room of her own if she is to write fiction.”; “Una mujer necesita dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”. Esas líneas fueron escritas en 1928, y casi un siglo después, mucho queda por hacer. Sí, evolucionó el estatus de la mujer en muchos países pero las huellas del patriarcado siguen siendo muy presentes, sea bajo una forma más sutil y sin embargo cotidianas.
El mes de noviembre pasado, fui invitada del Festival de Mujeres Poetas de Cereté, Colombia. Durante seis días, nos encontramos una treintena de mujeres entre 20 y 70 años y de nueve países diferentes. El primer día de encuentro con la prensa, sin sorpresas, todas contestamos casi de la misma forma; a los que se asombran de que exista este tipo de encuentro, contestamos que nos parece necesario que se abran espacios para que mujeres puedan tomar públicamente la palabra, y si es preciso abrir un festival exclusivamente de mujeres (y no exclusivamente PARA mujeres), es porque los espacios mixtos aún tienden a ahogar la palabra femenina. Y Cereté fue elegido hace 25 años para llevar adelante este encuentro nacional e internacional en medio de un ambiente hostil, violento, con una supremacía machista acentuada. Es una prueba de esperanza, de compartir con la gente, siendo mujeres artistas independientes, enseñando que sí, se puede.
¿Feminista? No me gustan los falsos conceptos que acompañan la palabra “feminista” que se han vuelto muy común: que las mujeres queremos ser el igual de hombre, o, más allá, que odiamos a los hombres y que queremos dominarles. Esas dos ideas me parecen malas, además de peligrosas. No quiero convertirme en un hombre, sino ser aceptada como mujer. Tampoco odio a los hombres, más bien creo en una tolerancia compartida por ambos géneros, fuera de los estereotipos que se fueron adueñando de nuestra forma de ser a lo largo de los siglos.
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¿Te vinculas o participas en algún grupo literario?
Hasta ahora, no se dio así. Hace tres años que me fui de Francia para viajar sin parar, mi primer libro salió en febrero 2017 y estoy por publicar el segundo, tengo textos en revistas francesas La Lettre sous le Bruit y Recours au poème, y a continuación en Ærea en Santiago de Chile, Áurea en Madrid y Testes 31 en Francia (principios de 2018). Me encuentro cada vez más con editores y escritores, directores de revistas etc. Pero, me quedo a distancia, lo considero como si fuera todavía explorando y es una fase de enriquecimiento total para mí. Aún no me encontré con un grupo literario con quien sentí que me quería vincular; quizá también porque lo considero como una forma de arraigarse, que tal vez se imponga en los próximos tiempos de mi vida. Creo en la importancia de involucrarse en procesos creativos colectivos, para afirmar su identidad artística así como nutrirse de la obra de los demás.
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¿Qué ha significado para ti la escritura en español? ¿Cómo te vinculas con la traducción y lo bilingüe?
Muchos me preguntan por qué elegí publicar mi primer poemario en francés con una traducción en español. Esta elección  quise que fuera el fruto de un proyecto más completo. La traducción al español, idioma que amo particularmente desde mi adolescencia, representaba un desafío suplementario. El proceso de traducir, es decir tener la capacidad de desplegar el texto en una lengua extranjera, ha sido una ventaja maravillosa para volver a descubrir mi texto, o mejor dicho, para que “sonara” diferentemente: entonces miramos con un ojo extranjero a nuestras propias palabras, las leemos con voz ajena.
En cuanto a la traducción, yo no la considero como una réplica del texto original sino como un corrector y a menudo un amplificador. Es decir, se volvió automático ahora para mí escribir en dos idiomas, a veces de manera simultánea.

¿Cuáles son las diferencias entre el mercado editorial en Francia y aquí en Latinoamérica, sientes que es muy difícil publicar y encontrar un mercado editorial?
Aún no puedo decir que conozco bien este mundo editorial; de mi experiencia, en Francia, hay tantos libros que se publican, casi cien diariamente y el público no alcanza leer todo lo que sale. El libro como producto descartable, objeto de consumo me parece perjudicar el valor que se puede atar a la lectura. Yo quisiera más calidad y menos cantidad; pero quién escoge. Cuando se termina un manuscrito, se lo manda a varias editoriales y puede que contesten o no. En la mayoría de los contratos autores-editoriales, los gastos están a cargo de la editorial pero también un autor tiene la libertad de auto-publicarse.
No podría comparar con el mercado de Latinoamérica, primero porque serían datos enormes que tomar en cuenta y no tengo este conocimiento. Tampoco publiqué libros en esta parte del mundo así que me parece difícil ya saber su modo de funcionar.  Escuche que aquí, para publicar, sólo tienes que pagar y no sé cuán verdadero será esto Sí, tuve fácilmente invitaciones a festivales, encuentros y publicaciones en varias revistas. Eso me encanta de América del Sur, porque el mundo literario puede ser menos concentrado que en Francia pero me parece mucho más diverso y dinámico. El mundo intelectual reconoce mucho la influencia de Francia en el internacional pero también grandes nombres de Latinoamérica siempre estuvieron presentes e imprescindibles. Eso es lo fascinante del idioma español que une a tantos países y se vuelve inmensa y rica la vida cultural que se puede compartir en este mismo lenguaje.
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Sabemos que has sido invitada a diversos festivales por Latinoamérica; ¿cómo ha sido la experiencia de conocer y compartir con nuevas voces literarias?
Agradezco las invitaciones que recibí hasta hoy; tres festivales en un año en tres países diferentes: Francia en abril, Ecuador en julio, Colombia en noviembre. Lo que retengo es la gran felicidad de encontrarme con gente que se parece a mí. En esos encuentros, siempre fui la más joven y me llené de esas experiencias. Son momentos especiales, como fuera del tiempo, donde uno reafirma su posición artística y inscribe su existencia como tal y su creación en el mundo contemporáneo. Se comparte mucho, se aprende mucho. Es hermoso compartir poemas en voz alta, presentar libros o dar charlas sobre la vida literaria. Me gusta también leer inéditos; es como una prueba del fuego. Tengo recuerdos de talleres o encuentros con niños o estudiantes, momentos que me hicieron crecer y durante los cuales di tanto como recibí.
Son días intensos de vida donde me siento en mi lugar y parte de un proceso de creación a largo plazo: estamos escribiendo la historia, gotas y gotas que forman el océano. Me parece imprescindible que siguen existiendo y desarrollándose festivales y encuentros de poesía. También porque es una manera de acercar la palabra al pueblo y de compartirla, fuera de esa imagen inalcanzable de la poesía. “En el principio era el Verbo”: la poesía siempre se trasmitió en voz alta y tenemos que seguir compartiéndolo así.
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¿Qué piensas de la autogestión ?
Lo que ofrece la autogestión es una suerte de apertura a otras formas de creación, también a menudo con precios abordables, con esta idea de que la cultura no debe ser un lujo, sino algo accesible al pueblo. Esta voluntad de democratización del arte me parece un punto clave de la autogestión artística, además de proporcionar alternativas al modelo dominante. Las sociedades siempre existieron con esas organizaciones paralelas y se nutrieron de ellas.
Creo que ahora con el desarrollo de varias “micro-casas culturales”, casas que se convierten en lugar para acoger teatro, baile, talleres o muestra de pintura o de foto, estamos volviendo a una relación más sencilla entre el actor y su público, una dimensión más humana. Mis propios padres han fundado una asociación cultural (Liber-Libra, Francia) y abrieron su casa para recibir cada vez más espectáculos, muestras y residencias de artistas. Porque se buscan estos espacios; porque se necesitan. También me encontré en Quito quedándome en una casa cultural así (Casa Catapulta, Ecuador) en el Centro histórico y fue una de las experiencias más hermosas de mis viajes. Dicen en su página internet: “Todas y todos trabajamos por el reforzamiento del tejido comunitario y hacia la vinculación recíproca entre sus habitantes y el territorio; esto, desde las prácticas cotidianas, interdisciplinares, artística, cooperativas y autónomas.”
Así que creo en el arte autogestionado y lo defiendo porque lo considero como una manera para el pueblo de retomar su poder de expresión y lo vínculo con mucha libertad y empoderamiento personal y colectivo, independientemente de la voluntad arbitraria de la clase dirigente. Semillas de utopía van creciendo en nuestro caos mundial. Qué lástima sería ser poeta sin utopía.
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Cuéntanos de tu último libro y los proyectos que se vienen.
El año 2017 fue el nacimiento de mi primer poemario como ya lo conté, y de ahí me invitó la Alianza francesa de Quito para presentarlo. Luego, tuve la oportunidad de leer mis poemas en el Centro Cultural Benjamín Carrión y luego fui invitada a participar en la X edición del Festival internacional de poesía Ileana Espinel Cedeño en Guayaquil (Ecuador). En agosto, desarrollé un taller de una semana sobre escrituras de viaje y en noviembre fui a Colombia por primera vez para el Encuentro nacional e internacional de mujeres poetas de Cereté. Me regresé a Quito en noviembre y me di cuenta de que había escrito mucho, casi sin darme cuenta. Junté esos poemas nuevos y se fue organizando un poemario que llamé “Cuerpo-capital”. Será publicado este año en bilingüe con el mismo editor (Villa-Cisneros, Francia). Antes de eso, tengo una maqueta de este libro, solo con poemas hablando del Ecuador que se publica en marzo, en bilingüe también, con la editorial Encres Vives. Estoy traduciendo al francés para esta misma editorial poetas de Latinoamérica, como Mariana Vacs (Argentina) y Patricia Iriarte (Colombia) al lado de mi primer editor Rémy Durand. Dentro de dos semanas, viajo a Cuba para la Feria internacional del libro de La Habana y el VIII Encuentro de Jóvenes de Iberoaméria y el Caribe. Me despediré del Ecuador con una semana intensiva de taller de “herramientas de lectura literaria/¿cómo existimos en la comunicación” en la PUCE de Quito para viajar a Madrid y de ahí al Encuentro Internacional de Poesía de Safi (28 de marzo – 8 de abril 2018, Marruecos) y daré un taller de escritura para estudiantes de colegio en París a mediados de abril. Sobre el papel, se ve todo lindo. La realidad se construye con menos adornos y se experimenta día a día. Me niego a convertirme en una serie de fechas de festivales o en una lista de concursos y premios en los cuales debería participar. Me toca inventar la continuación de mi aventura, siguiendo con la que soy. Voy con el corazón y la confianza en mi escritura. La lealtad a mí-misma y la libertad en los labios.

Guápulo
La luna preñada de estrellas sobre la montaña hasta en los barrancos donde se echaban cadáveres. En la terraza yace una silla de madera, balcón de hormigón, ventana sobre el vacío y bailan unos peces en su jaula marina, dando golpes en el mundo de vidrio, con incomprensión. El humo de cigarrillos y de incienso se estira hacia los cuadros, con pereza viene manchar la vida sobre las paredes, la viga de madera en el techo blanco, mi presencia extranjera. Velas y espejos me reenvían mi silueta incierta. Desollados, más allá de las imágenes, estos lugares de arte, de perfección.
Tu mirada sobre las letras ciegas cuando te escribo en francés.
Una cinta sobre los ojos – el pudor del deseo.
Yo como un pez bailo en tu idioma


De dónde vengo

Vengo de esta ciudad en llamas
donde tu piel conoce la mía
y donde existieron sonrisas tácitas entre mujeres
– conocen la noche –
las piernas casi en el fuego
que alumbraban con ojos de bruja
en el nombre de la música, de la luna llena, de algún santo
o de los hombres fieles e infieles
cuyos hijos jugaban sin por qué en lo oscuro de un techo abierto
todas las luces ahí, el ruido, el humo
ladraban unos perros
se rompía una botella
se calentaban los panes sobre las piedras de la fogata
y así se pasaba la velada
con el pelo ahumado
en la espera de algo desconocido
y todos sabían del tango
y del dolor y de la tierra
esa herida que se abre en el llanto
sin quebrar el orgullo de la danza

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