Reseña del libro La Mujer Gallina por Elvira Hernández
Hace unos
buenos lustros, un poeta hacía el símil de la sociedad chilena con un gallinero.
La comparación tenía un sentido burlesco y apuntaba a cómo nos habíamos
malogrado construyéndonos como un lugar confuso, promiscuo e inentendible. Karo
Castro, inicia la experiencia de escritura de este libro en otro vértice de la
comprensión de nuestros acontecimientos, donde una vez más, la realidad supera
la imaginación. Baja al infierno de una historia de horror: el abandono hecho
por sus padres en un gallinero, de la niña Corina Lemunao, quien estuvo confinada
hasta la adultez en esa jaula para aves.
“La mujer
gallina”, título que adquiere el libro, es el intento de la poeta Karo Castro
de encontrar palabras para hablar de la
tortura a un ser mutado –seres que siempre aterrorizan a las sociedades
estáticas- infligida por su entorno familiar y más cercano, tolerada por una
sociedad insensible, agazapada y discriminatoria y, permitida por un país
gobernado mucho más por la fuerza que por la razón. Es la experiencia poética
que nos comunica de un acercarse a la subjetividad de una niña violentada a la
que no se le quiso reconocer humanidad –en una cadena de negaciones y no
reconocimientos- pero que dejó a la vista que la mostruosidad no se depositó en
ella sino en esa humanidad cuestionada que nos pertenece. Es como si las aves,
esos seres alados y canoros, lograran evadir las condiciones miserables que
hacen la domesticación y el gallinero, para adquirir un sentir muy cercano a
una ética que al ser humano se le ha escapado ya.
Karo Castro
crea y recrea la voz interna e íntima de una mujer que sueña con cobijar y
darle amor no sólo a un hijo sino también ahijar un mundo mejor, justo y bello,
quizás poético. Porque hay acá un proceso doloroso de elevación, otro camino de
perfección cuya imagen cuaja en el verso “porque la gallina hasta cuando anda
se nota que tiene alas” del poema: No pudieron
con la gallina que va en la senda de Violeta Parra y que atraviesa el libro:
“Yo proclamo a la gallina como la madre ejemplar…”.
Elvira Hernández
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